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7/9/14

Mi primera novia


Tenía 17 años, y estaba en el último año de la secundaria.  El famoso viaje de egresados a Bariloche se acercaba. Todo el curso estaba alborotado, no veían la hora de viajar.
Ella estaba en boca de todos los del colegio, Todos se le reían y le hacían bromas a sus espaldas. Sólo sus compañeros de curso, entre ellos incluida yo, la aceptábamos como era.
Siempre estaba alejada del grupo, se la pasaba escuchando música en su walkman y dibujando caricaturas.
Los varones del curso siempre la buscaban cuando había partido de fútbol, ella era parte del equipo.
Nunca me había fijado realmente en ella. Parecía un varoncito más. Pero con carita de nena. Su pelo corto negro, sus ojos cafés y soñadores, su diminuto cuerpo... nunca me había fijado realmente en ella hasta que el viaje a Bariloche llegó.
         Todos alborotados subimos al segundo piso del colectivo. Nos acomodamos en los asientos.  Iniciamos el viaje, y ya a mitad de camino el cansancio y el alcohol que corría por el pasillo del bus nos venció y todo el mundo quedó dormido.
         Las luces de un auto iluminaron su rostro, estaba despierta. Decidí pasarme a su lado, ya que mi compañera estaba re-dormida y yo no tenía sueño.
         Pero cuando me senté a su lado, ni siquiera me miró.  Seguía metida en su mundo interior, en su música.  La toqué con mi mano en el hombro y en voz baja le pregunté "¿Qué escuchas?".
Ella me miró, -"K. D. Lang"-. Respondió.
- "¿Quién?"-. Ni idea de quién era. Ella se quitó el auricular y me lo puso en los oídos. 
-"Guau, es buena"-. Me gustaba lo que estaba escuchando.
 Ella me miró, se sonrió. - "¿Quieres escucharla conmigo?"-.
-"Si" - Entonces compartimos los auriculares del walkman, escuchábamos la música sin hablar.
En el colectivo todo el mundo dormía, sólo las luces de los autos al pasar iluminaban el interior del coche, pero sólo se distinguían sombras. El silencio era total. Sólo a veces se escuchaba algún murmullo, casi in entendible de algunos despiertos que charlaban.
Y allí estábamos las dos muy juntas, casi pegadas en el asiento. Sentía su cuerpo frágil en mi piel.
Decidí  entablar una conversación. Para ver si podíamos hablar, pero no me miraba. Al estar tan cerca intenté tocar su pierna con mi mano para llamar su atención y para que me mirará y así hablar. Pero justo ella movió su mano y terminé poniendo mi mano sobre la suya.  Logré que me mirara.  Sus ojos brillaban, lo sé, aún cuando estaba todo en sombras. Se acercó más a mí, y me habló al oído. Yo seguía con mi mano en su mano, no sé por qué, pero no quería quitarla. - "Si alguien nos ve, pensará mal, linda"-.
Tenía razón, pero no me importaba. -"¡No estamos haciendo nada!, ¿qué te pasa?"-.  Le dije.
Ella se rió. Sacó su mano y la mía quedó sobre su pierna.  No la moví. Ella puso su mano sobre mi pierna y dijo - "¿Qué sientes?"-.
Yo no podía describir lo que estaba sintiendo, era nuevo para mí. En el fondo sabía que no era lo que siempre sentía a rozar el cuerpo de un hombre. Aún cuando no había tenido sexo nunca. Creo que sentí deseos de tocarla más.
-"No lo sé"- respondí.
Ella tomó su campera y nos cubrió a las dos. Debajo de la campera ella comenzó a acariciar mis piernas, y poco a poco, se acercaba a mi entrepierna.  Pero se detuvo, tomó mi mano inmóvil que seguía en su pierna... La acercó a su entrepierna. La dejó ahí, y volvió a mi entrepierna a tocarme.  Me rozaba el pantalón suavemente con la yema de sus dedos. Y comencé sentir un cosquilleo en mi estómago.
La luz de un camión iluminó por completo el interior del colectivo. Y me asusté porque alguien pudiera estar mirándonos. Quité mi mano bruscamente.  Ella quitó la suya despacio entendiendo mi miedo. Y me habló al oído. -"Tranquila, todo está bien"-. Me di vuelta y me dispuse a dormir.
Los gritos de Gustavo me despertaron, habíamos llegado por fin a Bariloche.

En el hotel, mi sorpresa fue tener que compartir la habitación con ella, sin pedirlo.  No había más habitaciones de tres, Así que Paula y Andrea mis mejores amigas fueron ubicadas en una de dos, y yo que quedaba sola  fui a parar con Jennifer  que también estaba sola.
Era el destino, no sé. Pero allí estábamos las dos en el mismo cuarto lejos de las miradas de los demás.
Ella desempacó sus bolsos, no me hablaba, ni miraba.  Así que yo hice lo mismo.
Paula golpeó la puerta y entró. - "Ey, Flaca, estamos en el cuarto de enfrente, apúrate a desempacar que en una hora tenemos una excursión"-.  Y salió sin esperar una respuesta mía.

En la excursión me alejé de Jennifer. Paula y Andrea, me miraron ya que yo la observaba. Sola, con su walkman y dibujando.
-"¡Linda compañera de cuarto te tocó!"-.  Me habló Paula.
-"¿Qué?"-.  Pregunté. Mirándola.
-"Vamos, no te hagas. Te he hemos visto mirarla. Acaso te vas a cambiar de bando"-.  Continuó Andrea.
-"¿De qué hablan?"-.  Contesté poniendo cara de no entender lo que me decían.
Paula me miró, miró a Jennifer y se sonrió y me habló seriamente.- "Haz lo que quieras, pero acuérdate que somos tus amigas en las malas y en las buenas"-
Creo que ellas ya sabían algo que yo todavía no concebía en mí.
Andrea cambió la conversación inmediatamente.
-"Vamos chicas a sacarnos fotos"-.
Y allí estábamos todos en ese catamarán surcando las aguas del Nahuel Huapi, sacando fotos, disfrutando del paisaje.
Ella seguía sola alejada del grupo, con su música y sus dibujos. Sentí ganas de ir hacía ella. Pero sentía un poco de miedo.
Paula me sorprendió llamándola. -"Jennifer, ven a sacarte una foto con nosotras"-.
Ella las miró, se sonrió y se encaminó hacia nosotras. Miré a Paula y Andrea. Entre ellas había  una mirada cómplice que delataba alguna intención.
Se fotografió  y se quedó con nosotras el resto de la excursión.

Al volver al hotel, en nuestro cuarto. Las cuatro charlábamos tiradas en la cama. Javier, el coordinador del grupo golpeó la puerta y gritó - "En una hora cena y en dos salimos a bailar, estén listas chicas"-.
Paula y Andrea saltaron y salieron corriendo a su habitación. Yo salté de la cama y grité - "Yo me baño primero"-.
Al salir del baño envuelta en la toalla su mirada se clavó en mi cuerpo. Su mirada de deseo se notó como un rayo que me quemaba la piel.  Bajó la mirada y sin hablar entró ella al baño. Mientras se duchaba la escuchaba cantar. Yo me vestía.
Salió en bombacha, y comenzó a vestirse. Y allí estaba yo mirándola, creo que con la misma mirada que ella me disparó unos momentos antes.
Sentí vergüenza y salí del cuarto rumbo al comedor.

Los días pasaban entre excursiones de día a distintos lugares de Bariloche y salidas por la noche a bailar a los boliches.
Paula, Andrea, Jennifer y yo íbamos a todos lados juntas.  En las discos bailábamos juntas, por supuesto que cuando los chicos aparecían nosotras nos íbamos con ellos a bailar. Ella se paseaba sola por toda la disco.
Aquella noche las cervezas fueron demasiadas, me sentía muy mareada, todo daba vuelta. Paula se dio cuenta y me preguntó si quería volver al hotel. Mi respuesta fue positiva. Como ella estaba bailando con un chico que le interesaba, buscó a Andrea, pero ella también estaba ocupada.  Ambas decidieron llevarme rápidamente, ya que el hotel quedaba a tres cuadras.  Eran buenas amigas. Al darme cuenta de la situación les dije que no se preocuparan que ya se me estaba pasando, no quería arruinarles la noche. De pronto apareció Jennifer. Preguntando qué pasaba. Paula  se alejó con ella de nosotras para hablarle. Al volver. Jennifer sonriendo dijo. -"Vayan chicas, no se preocupen yo la cuido. No pierdan a los chicos guapos que están esperando en la barra"-.
Fue así que Jennifer me sacó de la disco y me llevó al hotel.  Me sentó en la cama y comenzó a desnudarme. Creo que al aire que había recibido caminando tres cuadras me despabiló, y ya me sentía bien. Pero no se lo dije. Deje que ella actuara.  Cuando estuve en bombacha y corpiño desarmó la cama y me recostó. Me miraba tan dulcemente.  Su mirada tenía una mezcla de deseo y preocupación...
-"Ya estoy bien"-. Le dije.  Seguía mirándome, sentada a mi lado en la cama, sin moverse.  Y rompió el silencio. -"Me gustas... quiero besarte"-.
No contesté con mi voz, sólo tomé su mano como diciendo "Hazlo".
Se acercó lentamente y me besó, en un segundo estaba respondiendo a ese beso. Y en otro segundo su cuerpo y el mío se estrechaban abrazados en la cama. Me acariciaba suavemente,  torpemente le quité la remera,  ella me quitó el corpiño y comenzó a besar mis tetas, con su lengua hacia pequeños círculos alrededor de mis pezones. Los que comenzaron a endurecerse. El sólo roce de su piel con la mía me hacía sentir un ardor que nunca había sentido. 
Desnudas nos revolcamos en la cama, nos tocábamos, nos acariciábamos,  nos besábamos. Me hacía el amor, estaba teniendo sexo por primera vez, y lo estaba teniendo con una mujer. Nunca lo había imaginado. Nunca  ni siquiera había fantaseado estar en los brazos de una mujer. Pero allí estaba, y todo era maravilloso.
Su lengua en mi entrepierna me puso loca, sentí una sensación nunca antes sentida,  el movimiento de su lengua descubría en mí sensaciones jamás sentidas.
Pasamos el resto de la noche haciéndolo, rodando por la cama, experimentando sensaciones ardientes en nuestros cuerpos. La mañana nos encontró dormidas, desnudas, abrazadas la una a la otra.

En el desayuno, mis amigas como si sospecharan algo, riendo... dijeron
 - "¿Y qué tal?"-. Creo que se notaba en mi cara. No lo sé. Todo el día insistieron hasta que les conté lo sucedido.
 - "No te preocupes, nadie lo sabrá" -. Dijo Paula.  Se sonrió y se fue a charlar con Jennifer. Andrea, me miraba y preocupada. -"Todo está bien, ¿verdad?. ¿Era eso lo qué querías?"-. Yo estaba confundida, era lo que quería, pero al mismo tiempo tenía un enorme miedo de que alguien lo supiera y se burlaran de mí.  Así se lo hice saber a ella.
-"Nosotras no diremos nada, vos tampoco, y Jennifer creo que tampoco... ¿Cómo lo van a saber?"-.
-"No lo sé, pero tengo miedo"-. Era ya "novia" de Jennifer, sentía algo fuerte por ella, era más que atracción. Y sabía que ella me quería de verdad. Pero el miedo al maldito que dirán no me dejaban gritar lo que estaba sintiendo, lo feliz que me sentía con ella.

De regreso al colegio, las cuatro éramos inseparables. Paula y Andrea siempre se las ingeniaban para lograr que nosotras estuviéramos solas en algún lugar y pudiéramos besarnos y acariciarnos.  Nos encontrábamos a escondidas en cualquier lugar, mentía a mis padres diciendo que pasaría en fin de semana en casa de Paula o Andrea y lo pasaba en lo de Jennifer. Los padres de ella me aceptaban, sabían la verdad.
Fue así hasta el final de año, la secundaria se acabó, las vacaciones nos dieron más oportunidades y Paula y Andrea planearon unas vacaciones para las cuatro en las sierras de Córdoba.  Lejos de conocidos, fuimos libres de actuar libremente, de caminar de la mano por las calles, de besarnos.
Pero al final de las vacaciones la universidad me esperaba en otra ciudad, ella seguiría diseño gráfico y yo abogacía. Ella se quedaría en casa y yo no.  Fue duro. Nos mantuvimos de novia unos años, viéndonos una o dos veces al mes. Hasta que la situación no dio para más y cada una tomó su rumbo.
Con los años acepté mi homosexualidad, mis padres tardaron en comprender, pero me aceptaron... y aquí estoy en ciudad nueva, en casa nueva, con novia nueva, viviendo mi vida.
Jennifer también siguió con su vida, mantuvimos contactos esporádicos, tiene novia, dentro de unos días nos reuniremos a cenar con nuestras respectivas parejas.

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